Con el arco y las flechas se va a cazar la comida de su familia. Persiguiendo el jabalí cae y se levanta, recogiendo del suelo unas piedras. Las coge, las mira y las piedras le hablan le dicen que haga los deberes o sino le pondrán un 4 en matemáticas y geometría. Rápidamente corre hacia su cuarto a estudiar. De repente ve la parada de metro y decide cogerlo para llegar antes a su casa. Es un metro peculiar en el que hay que pedalear con unas bicis atadas delante de la cabina del conductor. Por lo visto este metro funciona con fuerza humana. Ella se alegra ya que le gusta ir en bici. Va pedaleando y de repente tras de si oye unas risas maléficas, malvadas son las del conductor y ahora que lo ve bien es su profesor de lengua. Ella a de huir, se trata de una persecución entre bicicleta y metro. Sin comerlo ni beberlo el metro desaparece y está en el gimnasio en una de las bicicletas estáticas. Un sobre salto le viene en la cabeza. La piedra le había dicho de esos suspensos, olvidándose completamente de que por poco muere arrollada por el metro. Justamente después de este recuerdo la realidad topa duramente sobre la frente de su cara. Esa realidad dura del suelo de su dormitorio.